No son pocos los casos de adultos que de repente se encuentran con que tienen un acné persistente sin saber muy bien los motivos del mismo. Suele llamarse «acné adulto» y tratarlo con productos fuertes e incluso abrasivos para nuestra piel. Sin embargo, lo ideal es conocer las posibles causas de ese acné y tratarlo desde la raíz, evitar aquello que nos produce ese acné en vez de tratar de erradicar las consecuencias.
En este artículo vamos a esclarecer un poco cuáles son las causas más comunes y que hacer si nos enfrentamos a tener acné de repente.
¿Qué es la piel y cuál es su importancia para el ser humano?
La piel es una capa de tejido flexible que actúa de barrera frente a las agresiones externas y por tanto está muy relacionada con el sistema inmune. Está repleta de receptores hormonales y posee un eje de estrés similar a nuestro sistema nervioso. Todo ello hace que nuestra piel refleje cómo está nuestra salud.
Más en concreto, la piel es el órgano más grande del ser humano, cubre una superficie de unos 2 metros cuadrados y su peso puede llegar a los 10 kg.
Está compuesta por dos capas principales: la epidermis y la dermis que reposan en una capa grasa llamada hipodermis o tejido subcutáneo.
La piel nos otorga:
Protección: frente al exterior y al mismo tiempo mantiene internamente la homeostasia.
Sensación: gracias a la piel podemos notar el dolor, el tacto, la presión y la temperatura.
Termorregulación: a traves de la dilatación y constricción de los vasos y el sudor nuestro organismo regula su temperatura.
Metabolismo: nuestra piel sintetiza la vitamina D a través del sol.
¿Qué causan los problemas en la piel?
Los problemas cutáneos pueden comenzar por un hecho en concreto y agravarse por otros motivos como por ejemplo un déficit de vitamina D. Pero además estos problemas pueden volverse crónicos bajo otros agentes como el estrés. Todo ello revela la dificultad en el tratamiento de los problemas en la piel.
Si nos concentramos en el acné, es una patología que afecta en occidente en torno al 85-90% de los adolescentes en mayor o menor medida, y a los adultos en un 45-50%. En el último caso, este acné puede convertirse en un problema persistente.
Si se observan las sociedades no industrializadas, es posible percatarse de que los problemas de acné son basicamente nulos. Son varios los estudios que giran en torno a esta temática y que revelan que la piel se ve muy afectada por el estilo de vida que llevamos (comida, ritmo acelerado, estrés, etc.)
¿Qué es el acné?
Nuestra piel contiene glándulas sebáceas que son capaces de producir sebo. El sebo ayuda en la hidratación y salud de nuestra piel permitiendo una apariencia saludable y atractiva, por ello es en el rostro una de las zonas donde más sebo se produce.
Cuando este sebo no puede salir a la superficie se queda atrapado equistándose e infectándose por bacterias de la propia piel. Ésto generan los comunes granos con pus.
¿Qué causa el acné?
Las principales causas por las que puede aparecernos acné son las siguientes:
Exceso de sebo
Los andrógenos son las hormonas responsables de la producción de sebo, si hay un exceso de estas hormonas se produce un desequilibrio en la piel que puede causar acné.
Colonización de bacterias de la piel
El sebo es un medio propicio para ser colonizados por las bacterias de la piel. Más en concreto la bacteria Propionibacterium Acnes.
Alteraciones del proceso de queranización
Si las células de la piel, llamadas queranocitos, aumentan en torno a los conductos de salida del sebo, pueden provocar una obstrucción que acabé en acné. Estamos hablando de otro desequilibrio en la dermis.
Cambios inmunitarios e inflamación
Los cambios inmunitarios y las inflamaciones son comunes antes de que se produzca un desequilibrio en los queranocitos. Esta respuesta inmune puede deberse a procesos de oxidación del sebo, a la infección por bacterias o ante la incapacidad de respuesta inflamatoria normal por falta de ácidos grasos esenciales, por ejemplo.
Factores ambientales
En este caso, al hablar de factores ambientales, nos vamos a referir principalmente a la alimentación. El acné puede ser un síntoma de algún problema alimenticio o de tener dañado alguna parte de nuestro organismo como por ejemplo el intestino.
Un exceso de Carbohidratos
Comer muchos carbohidratos va de la mano a comer muchas veces al día. Esto puede originar que nuestros niveles de insulina sean altos durante mucho tiempo. Ello provoca la liberar y elevar el IGF-1. Esto conlleva un aumento de queranocitos que ya hemos visto que provocan acné. Además, la insulina estimula la proliferación de andrógenos y por tanto aumenta las cantidades de sebo de nuestra piel, lo cuál también induce a padecer acné.
La betacelulina presente en los lácteos
Esta sustancia aumenta también el número de queranocitos provocando acné. Es por ello, por ejemplo, que piensa que el chocolate provoca acné, cuando en realidad es la leche que contiene el chocolate entre otras posibles sustancias.
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Deficiencia en vitamina A
Es la vitamina encargada de regular el crecimiento de los queranocitos. Una deficiencia de la misma puede provocar una ruptura en el equilibrio de la piel y producir acné.
Deficiencia en vitamina D
El cambio en nuestra vida ha hecho que pasemos más tiempo dentro de casa, en oficinas o edificios en general haciendo que esta vitamina sea cada vez más escasa en nosotros. Seguro que habéis oído eso de que el sol seca los granitos. Lo cierto es que una deficiencia afecta a la piel ya que es la encargada de sintetizar esta vitamina.
Prevención y tratamiento del acné
Teniendo en cuenta todas estas causas, unas buenas formas de prevención de la aparición del acné o unas formas de ayudar a que desaparezca son:
Evitar el consumo excesivo de carbohidratos y comer a todas horas. Es importante que nuestro intestino tenga tiempo en reposo y no esté trabajando todo el día. Puedes consumir carbohidratos saludables como la fruta o los tubérculos.
Trata de evitar el consumo de lácteos una temporada para comprobar si esa es la posible razón de tu acné.
No tomes azúcar.
Toma el sol. Qué hay más sencillo que exponerse al sol durante al menos media hora todos los días y aprovechar a relajarse o dar un paseo.
Controla tus niveles de vitamina A. Puedes incluir en tu dieta alimentos ricos en esta vitamina como son las vísceras o incluso el paté.
Limpia tu piel con regularidad con limpiadores que sean respetuosos con la misma y exfolia una o dos veces a la semana.
Muévete, pasea, baila… y suda. A través de la piel eliminamos toxinas, de manera que haciendo un poco de ejercicio ayudamos a que se limpie y trabaje y así conseguimos una piel más sana.
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