La maternidad no es un camino de rosas, es compleja, está llena de obstáculos y la montaña rusa de sentimientos pueden llevarte a no disfrutar por completo de ella. No siempre tiene que ver con el hecho de ser madre, existen factores externos, sociales, familiares, tradiciones, expectativas que pueden hacer de la maternidad algo menos bonito de lo que realmente es.
Porque ser madre es una de las experiencias más brutales de la vida. Cuando tienes un hijo en tus brazos, tú hijo, nace en ti un instinto de protección animal difícil de explicar. Eso que hace que tu criatura esté por encima de todas las cosas, incluida tú misma. Y eso mismo que te hace sentir tan plena, es lo mimo que te lleva a veces a no ser una madre feliz.
¿Por qué no soy una madre feliz?
El principal problema de la maternidad es que durante siglos se nos ha idealizado en las películas y en las experiencias de las mujeres en otros tiempos. Se nos ha vendido un concepto de maternidad súper tierno, amoroso, sin dificultades y lleno de amor, porque el amor todo lo puede, dicen. Pero la realidad es que una mujer no deja de ser una persona cuando se convierte en madre.
Tu vida se transforma como es natural, pero no dejas de ser un ser individual con necesidades propias. Y cuando estas no se cubren, puedes llegar a no disfrutar completamente la maternidad. Por otra parte, las altas expectativas en cuanto a la maternidad, a tu papel como madre sin dejar de lado el resto de aspectos de tu vida cotidiana, la búsqueda de la perfección, son obstáculos que te impiden disfrutar plenamente de tu papel como madre.
Por si fuera poco, la sociedad no deja de comparar a las madres, enfrentarlas y cuestionar sus decisiones. Si no das el pecho, si lo das demasiado, si tu bebé es muy demandante, si no lo es, todo es susceptible de ser cuestionado por los demás. Algo que está convirtiendo la maternidad en una competición sin sentido. Porque cada una es tan distinta de la otra, que resulta absurdo intentar compararse aún cuando se es madre de varios hijos.
Hábitos que te ayudan a ser una madre más feliz
Ser una madre feliz depende en gran medida de ti misma, de cómo afrontes este papel tan importante y de tus propias decisiones. Lo primero y más importante es olvidar ese cliché de madre perfecta, que tiene la casa siempre reluciente y con olor a pastel recién horneado. Esa madre que siempre está bien vestida, de buen humor y nunca pierde la paciencia con sus hijos.
Esa madre no existe, no es real y cuanto antes dejemos de pensar en las madres de esa forma, antes podremos vivir la maternidad tal y como es. Porque para ser una madre feliz debes pensar en ti misma y atender tus necesidades, debes permitirte fallar sin castigarte, delegar y disfrutar de cada momento tal y como venga. Valórate como madre, con tus virtudes y con tus defectos porque su conjunto es lo que te hace ser la mejor madre para tus hijos.
Pide ayuda cuando sea necesario, ya se para llevar las tareas de la casa o para cuidar de los niños. No quieras cargarte con todas las obligaciones de la familia, los hijos y la casa, además de las tuyas propias. Cuida tus amistades, busca momentos sociales con tus iguales y aprovecha para hablar de cosas externas a la maternidad. Todo el mundo necesita poder hablar sobre la vida, el mundo, los intereses personales, cuestiones que nada tienen que ver con los hijos y la crianza.
Para ser una madre feliz es fundamental no olvidarse de cuidar de una misma. Siempre estás pendiente de lo que necesitan tus hijos, de que estén sanos, de que tengan ropa adecuada, una comida saludable en la mesa y tiempo de ocio con sus amigos. ¿Por qué no hacer lo mismo por una misma? Eso es lo que realmente te ayudará a ser mejor madre. Porque tu propia felicidad te permitirá disfrutar de una manera más sana de la crianza de los hijos.