Hablamos de la inteligencia emocional y de la salud mental que conlleva

Desde hace unos años se ha venido hablando de la inteligencia emocional, de la importancia de hacer crecer nuestra autoestima, de desarrollar ciertas habilidades que nos ayuden a enfrentarnos psicológicamente a los acontecimientos que surjan a lo largo de nuestra vida.

En cambio, es posible que nos preguntemos: ¿Cómo se adquieren esas habilidades? ¿Qué es realmente la inteligencia emocional? ¿Es útil trabajarla? Vamos a tratar de responder a todas estas preguntas a lo largo del presente artículo, de manera que os animamos a seguir leyendo.

Algo que suele suceder cuando comenzamos a interesarnos sobre temática, es que no queda muy claro qué es exactamente la inteligencia emocional ¿Se trata de una capacidad que se tiene o no? ¿O más bien se trata de un conjunto de habilidades que se pueden trabajar, adquirir y aumentar?

¿Qué es la inteligencia emocional?

En muchos casos se relaciona la inteligencia emocional con la empatía, la motivación, el positivismo, etc. Sin embargo, esto puede resultar aún más confuso, porque… ¿Si soy no estoy motivado para realizar un proyecto o una actividad… entonces tengo una inteligencia emocional pobre? La respuesta es no. 

Aunque es cierto que la inteligencia emocional se relaciona con todos los conceptos anteriores, ser optimista o una persona con una gran motivación no implica tampoco ser una persona con una buena inteligencia emocional. 

La inteligencia emocional es más bien una habilidad para comprender y conocer las emociones, tanto propias como ajenas, pero principalmente propias. Es poder expresar lo que sentimos, valorarlo y sobre todo no dejarnos llevar por esas emociones, es adquirir la habilidad de poder regular lo que sentimos de manera que fomentemos un autoconocimiento profundo de nuestras emociones.

Por tanto, podríamos resumir que la inteligencia emocional es aquella que permite autoconocernos en el plano emocional, comprender lo que sentimos, aceptarlo, expresarlo y regularlo. Este tipo de inteligencia se mueve, por tanto, entre el pensamiento y la emoción, permitiéndonos pensar en nuestras emociones y poder solucionar los problemas que nos van surgiendo sin dejarnos llevar por un sentimiento que pueda ahogarnos o llevarnos a hacer algo de lo que podríamos arrepentirnos. Es importante hacer ahora una aclaración: regular una emoción no significa reprimirla, sino aceptarla, manejarla e incluso usarla en nuestro beneficio para resolver la problemática que ha despertado ese sentimiento en nosotros.

La inteligencia emocional y el sentirnos bien con nosotros mismos

Cerebro levantando pesas

Lograr todo ello nos va a permitir un estado de salud emocional muy bueno, lo que nos reportara una sensación de bienestar con nosotros mismos. El autoconocimiento es un factor muy importante en la vida humana, debemos ser coherentes con nosotros mismos y no traicionarnos. Recordemos que somos la única persona con la que siempre vamos a convivir el resto de nuestras vidas, así que ¿Qué mejor que conocernos, querernos, aceptarnos y llevarnos bien con nosotros mismos?

La inteligencia emocional y las personas que nos rodean

Conseguir esto, además, nos ayudará a reconocer y aceptar las emociones de las demás personas. Por tanto, fomentará nuestra empatía. Sentirnos bien con nosotros mismos, aceptarnos, querernos y ser coherentes, nos reportará bienestar, lo que conllevará a tener una visión más positiva de lo que nos vaya surgiendo, etc. Es en este punto donde se encuentra la relación entre la inteligencia emocional y la empatía, la motivación, el positivismo, etc. 

Como con muchos aspectos de la vida, tanto físicos como emocionales, debemos trabajarlos. E, igual que hay que cuidar las relaciones que tenemos con las personas que nos importan, debemos cuidar la relación que tenemos con nosotros mismos.

Habilidades fundamentales para desarrollar una buena inteligencia emocional

Podemos hablar de cuatro habilidades principales, aunque se pueden ir sumando otras que irán enriqueciendo nuestra inteligencia emocional. Estas cuatro habilidades son:

El Percibir, evaluar y expresar las emociones

Esta primera habilidad se centra tanto en el autoconocimiento emocional como en el conocimiento emocional de cara a otras personas. Consiste en reconocer los sentimientos e identificarlos, saber sopesar el grado o intensidad de ese sentimiento y poder hablar sobre ellos.

La facilitación emocional

Esta habilidad es la que se ayuda de las emociones a la hora de tomar las decisiones más adecuadas y coherentes con nosotros mismos y con cómo nos sentiremos una vez tomada esa decisión. 

Quizá pueda entenderse mejor si ponemos un ejemplo que nos ayude a visualizar la utilidad de esta habilidad. En el supuesto de que tengamos que tomar una decisión en el terreno personal como podría ser dar un paso más con tu pareja e irte a vivir con ella o formalizar legalmente la situación, etc. En este caso, lo mejor es pensar cómo te sentirías dando ese paso, si va a favorecer a vuestra relación, cómo me sentiría, cómo se sentiría mi pareja, etc.. y entonces poder tomar una decisión más adecuada trayendo esas emociones al presente.

La comprensión emocional

enseñar cosas a los hijos

Con esta habilidad vamos un poco más allá de la primera de percibir, evaluar y expresar. Estamos ya hablando de entender sentimientos más complejos como querer y sentir rencor por una persona al mismo tiempo. También comprender el paso de una emoción a otra, como puede suceder durante una discusión, donde podemos sentirnos enfadados, luego culpables, sentir vergüenza, estar arrepentidos, etc.

Esta habilidad tiene un punto fundamental en todas las relaciones, ya que nuestro pensamiento influye en lo que sentimos y en cómo actuamos en cada situación. Esta interrelación es profunda y cuando cambia alguno de sus factores puede cambiar todos los demás. Por ejemplo: Si nos piropea una persona desconocida puede ser que nos haga sentirnos mal, sentir que se burlan de nosotros y reaccionar llamando la atención a esa persona o ignorando; si es una persona que estamos conociendo nos puede dar vergüenza llegando a ruborizarnos lo que nos llevaría a actuar bajando la mirada. Y si quien nos piropea es nuestra pareja nos puede gustar y podemos actuar sonriendo o devolviendo la muestra de afecto.

La regulación emocional

Una vez se tienen las habilidades anteriores, podemos pensar en ésta como el culmen de las habilidades en inteligencia emocional. Podríamos llamarla también gestión emocional.

Trabajando esta habilidad podremos ser capaces de aceptar las emociones tanto propias como de los demás y reconocer que es bueno expresar las emociones por lo que implican. Por tanto es positivo expresarse, siempre que se haga de manera adecuada y sin tratar de dañar a los demás. 

Por ejemplo: podemos enfadarnos si un amigo nos ha hecho daño, y podemos expresarle lo que sentimos y porqué lo sentimos.

Es fundamental saber gestionar las emociones propias y ajenas de manera eficaz. Debemos permitirnos estar enfadados o tristes o contentos cuando es el momento de sentir eso, sin reprimir nuestras emociones, pero sin dejar que nos dominen, siendo conscientes de lo que sentimos, aceptándolo, expresándolo y afrontándolo de manera adecuada.

Trabajar estas cuatro habilidades de la inteligencia emocional nos va a permitir estar mejor con nosotros mismos, tener una salud mental buena, algo que no se consigue reprimiendo los sentimientos. Debemos comenzar a dejar atrás el decir ‘no llores’ cuando alguien se siente mal o cuando nosotros nos sentimos mal. Lo que hay que fomentar es: si te has/han hecho daño y estás triste, llora, exprésate ¿Por que quién no se siente mejor después de expresar sus sentimientos sean de tristeza o de alegría?


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