Pueden ser muchas las causas o razones de tener hambre a todas horas. Por eso, no está de más consultarlo porque no siempre podemos acertar con lo que nos ocurre. Ya que todas estas razones tienen un origen de tipo emocional. A veces simplemente con cambiar algunos de los hábitos más comunes, conseguiremos sentirnos mucho mejor.
Tener hambre es algo de lo más habitual, pero cuando esta sensación se intensifica más veces de las habituales y después de haber comido, entonces sí que algo está fallando. Todo puede venir de tu propia alimentación, que quizás no está cubriendo tus necesidades nutricionales. ¡Ahora lo veremos con detenimiento!
¿Tienes hambre a todas horas? Quizás es porque bebes poca agua
A veces no es hambre realmente, es sed. Parece un poco contradictorio pero realmente sí que puede deberse a que tu cuerpo necesita más hidratación de la que le estás dando. Esto es debido a que la parte del cerebro que se encarga de regular la sensación de hambre, también es la misma que se encarga de la sed. Por lo que las señales pueden ser confusas y de ahí que, ante todo, debemos beber más agua durante todo el día y comprobar si realmente la sensación de hambre ya no es tan intensa.
Además, olvidarse de hidratarse adecuadamente puede influir en el rendimiento físico y mental. Para evitar esta confusión entre sed y hambre, mantén un ritmo constante de hidratación y lleva siempre una botella de agua contigo.
Consumes más hidratos de carbono
Ojo, hay que consumirlos, pero siempre asegurándonos de llevar una dieta equilibrada. Es decir, no es mejor abusar de ellos y sí de otras fuentes como las verduras y las proteínas. Así que, si tu dieta se basa en esas calorías vacías que nos dan los productos que llevan azúcares refinados, es normal que tengas hambre a todas horas. Porque realmente no te estás alimentando de la manera correcta y es lógico que tu cuerpo pida más alimentos, pero saludables, y que le llenen, para cubrir todas las bases nutricionales.
Es importante priorizar carbohidratos complejos como los que encontramos en cereales integrales, frutas, verduras o legumbres. Estos se digieren más lentamente y, por lo tanto, ayudan a mantener estables los niveles de azúcar en sangre, prolongando la sensación de saciedad.
Estamos en una época de más ansiedad
Puede aparecer cuando menos lo esperamos, y es que la ansiedad también llama a nuestra puerta cuando no estamos pasando por un buen momento. Ese estado de nerviosismo se va acumulando hasta que un día sale a la luz. Quizás porque has dejado de fumar o porque estás atravesando un período de crisis en tu vida personal o profesional. De manera que ahogamos las penas con comida, aunque en la mayoría de las veces no se trata de comida saludable. Es algo para lo que tendremos que pedir ayuda, intentar solucionar el problema y amigarnos de nuevo con la comida.
La ansiedad, además, altera las hormonas relacionadas con el hambre, como la grelina y la leptina, fomentando los antojos de alimentos poco saludables ricos en grasas y azúcar. Por ello, las técnicas de relajación, la meditación o incluso el yoga pueden ser herramientas útiles para gestionar la ansiedad y controlar estos episodios.
No dormimos mucho
Siempre lo hemos escuchado y es una gran verdad: dormir poco hace que tengamos más hambre. Porque en este caso también hay que hablar de las hormonas que son las causantes de dicha sensación. Al no tener descanso, algunas se activan más de la cuenta y nos provocan la necesidad de comer más. Así que, nada como intentar dormir unas 7 u 8 horas. Para ello, debemos relajar el cuerpo con la práctica de ejercicio o de opciones como la meditación, si te cuesta dormir.
La falta de sueño desajusta dos hormonas clave: la grelina, que estimula el apetito, y la leptina, que induce la saciedad. Este desajuste conduce a un apetito exagerado, especialmente hacia alimentos hipercalóricos. Establece un horario regular de sueño, crea un ambiente propicio para descansar y evita el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarte.
El aburrimiento
Eso de estar ante las redes sociales o la televisión y tener hambre es todo uno. Entonces, si lo pensamos bien, no se trata de hambre física sino más bien emocional. En ese momento, con un vaso de agua o con un puñado de frutos secos podemos hacer que nuestro momento no nos salga tan mal. Porque si nos dejamos llevar, seguro que las manos y nuestro cerebro se van a los dulces, helados y similares. De manera que como vemos, no siempre es hambre realmente, sino esa sensación de tener que hacer algo por aburrimiento.
Para combatir este hábito, lo mejor es mantener la mente ocupada. Realizar un pasatiempo, leer, practicar algún deporte o incluso una actividad creativa puede ayudarte a evitar ese impulso de comer por aburrimiento.
Tras analizar todas estas razones, está claro que el hambre a todas horas puede tener un origen multifactorial. Es esencial prestar atención a nuestras necesidades corporales y emocionales para identificar su causa. Adoptar un enfoque consciente sobre la alimentación, establecer rutinas saludables y buscar ayuda profesional si es necesario, será clave para recuperar el equilibrio y bienestar. La clave reside en escuchar nuestro cuerpo, diferenciar entre el hambre física y emocional y actuar en consecuencia para mantenernos saludables.