Seguimos analizando las causas por las que , en ocasiones, vemos que nuestras uñas amarillas. En el artículo anterior, comentábamos que la inflamación del hígado (hepatitis), el tabaco, el abuso de las uñas postizas y las carencias de vitaminas A y B eran algunas de las causas más comunes. Pero no las únicas.
El déficit de vitamina A es perjudicial, pero también lo es su abuso. Si tomamos excesiva vitamina A la piel se amarillea apareciendo lo que se conoce como hipercaroterodemia, es decir, un aumento exagerado de betacarotenos en nuestro cuerpo. Los betacarotenos son los pigmentos vegetales precursores de la vitamina A y se encuentran en muchos vegetales de color naranja, rojizo o amarillos. Están en la sandía, el melón, las frambuesas, las zanahorias y la calabaza, entre otros.
Si utilizamos mucho esmalte para las uñas también podemos hacer que acaben adquiriendo un feo tono amarillento. Al igual que sucede con las uñas postizas, no permiten que la uña se oxigene y daña la queratina, no consintiendo que la uña se regenere por sí misma. Los esmaltes tienen muchos elementos tóxicos en su composición como tolueno, butilacetato o etilacetato que pueden llegar a producir dermatitis alérgica.
Tampoco es extraño que tengamos las uñas amarillas si tenemos hongos. Se suelen situar en la parte inferior de la uña y se alimentan de la queratina. Son fáciles de contagiar cuando aparecen en los pies y surgen por falta de higiene, defensas bajas o un corte inadecuado de las uñas.