Los niños más activos en las aulas suelen ser etiquetados erróneamente como si padecieran un trastorno de conducta. Sin embargo, en muchos casos, esta etiqueta es incorrecta y no refleja ninguna condición médica. Es fundamental diferenciar entre ser un niño activo y la presencia de un trastorno real.
Cuando los niños son pequeños, son más propensos a recibir este tipo de etiquetas. Incluso en el futuro, pueden ser diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Los diagnósticos generalmente están basados, en gran medida, en los informes de los maestros sobre su comportamiento en el aula, así como en observaciones del hogar. Estos informes deben reflejar comportamientos consistentes durante, al menos, seis meses para ser considerados válidos.
¿Por qué se confunde la inmadurez con trastornos de conducta?
Algunos maestros tienden a confundir la inmadurez con trastornos de conducta o incluso con TDAH. Aunque ellos no tienen la capacidad de diagnosticar estos trastornos, a menudo sugieren la evaluación profesional. Es fundamental entender que el TDAH es un trastorno neurológico, no solo un problema de comportamiento.
No existen marcadores biológicos definitivos ni pruebas físicas específicas para diagnosticar el TDAH. Los especialistas dependen de cuestionarios y baterías de ítems que deben ser completadas tanto por maestros como por padres para tener una valoración completa.
Además, el etiquetado incorrecto puede tener repercusiones graves en la vida de los niños. Estudios a gran escala con 14 millones de niños de diferentes países han demostrado que aquellos más pequeños en una misma clase tienen más probabilidades de ser diagnosticados con TDAH y recibir medicamentos.
Impacto del diagnóstico erróneo
El etiquetado erróneo tiene un impacto significativo en los niños. Una etiqueta injustificada puede influir en su desarrollo emocional, autoestima y entorno social. Muchos niños diagnosticados incorrectamente reciben medicamentos que no necesitan, lo que, en lugar de solucionar el problema, podría introducir nuevos desafíos en su vida.
Es clave que tanto docentes como padres y médicos consideren factores externos antes de llegar a una conclusión. ¿Cuánto afecta el agotamiento, el bullying, o los problemas familiares no atendidos a la conducta del niño? En algunos casos, estas son las verdaderas razones detrás de comportamientos disruptivos y no necesariamente un trastorno neurológico como el TDAH.
El papel que juegan los adultos
Los adultos tienen un papel crucial en la identificación y gestión de estas etiquetas. Es necesario reconocer que cada niño tiene un ritmo propio de desarrollo. Algunos pueden requerir más tiempo para alcanzar ciertos hitos en comparación con sus compañeros. La paciencia y un entorno favorable son esenciales para ayudarlos a crecer sin añadirles etiquetas que puedan limitar sus capacidades.
Además, la comunicación fluida entre padres, maestros, y profesionales especializados es vital. Esto ayuda a identificar si realmente existe un trastorno neurológico o si el niño simplemente refleja su personalidad activa.
Importancia de la observación a largo plazo
Para cualquier diagnóstico de TDAH o trastorno de conducta, es indispensable una observación a largo plazo en diversos contextos (casa, escuela, actividades recreativas). Esto asegura que las manifestaciones no sean simplemente respuestas a factores externos temporales como estrés, cambios familiares o eventos significativos en su vida.
Además, el diagnóstico debe ser complementado con herramientas de evaluación profesional, como entrevistas estructuradas, medición de la actividad y feedback de todas las personas involucradas en su entorno.
Un diagnóstico correcto no solo ayuda al niño, sino que también previene problemas sociales y emocionales que podrían agravarse si no se abordan adecuadamente.