Cómo gestionar y entender los terrores nocturnos en los niños

  • Los terrores nocturnos ocurren mayormente en niños entre los 3 y 12 años, durante las fases profundas del sueño No-REM.
  • Son distintos de las pesadillas: los niños no recuerdan el episodio y no se despiertan completamente.
  • Factores como el estrés, la privación del sueño y la predisposición genética son causas comunes.
  • El manejo incluye una adecuada higiene del sueño, identificar desencadenantes y, en casos graves, apoyo profesional.

Atrapasueños

Los terrores nocturnos son uno de los trastornos del sueño más impactantes, especialmente para los padres que presencian los episodios en sus hijos. Si bien estas experiencias no representan un peligro físico directo para quienes las padecen, pueden generar una gran sensación de impotencia y angustia en el entorno familiar. Es fundamental entender en qué consisten, por qué se producen y cómo manejarlos adecuadamente.

Al tratarse de un fenómeno relacionado con el sueño, los terrores nocturnos caen dentro de la categoría de las parasomnias. Durante un episodio, la persona se encuentra en un estado intermedio entre la consciencia y la inconsciencia, lo que puede resultar confuso tanto para quien lo vive como para quien lo observa. Pero, ¿qué hay detrás de estos episodios? ¿Por qué ocurren? ¿Cómo podemos actuar para mitigarlos?

¿Qué son los terrores nocturnos?

Niño experimentando un terror nocturno

Los terrores nocturnos se catalogan como parasomnias del despertar. Estos episodios suelen ocurrir durante el sueño profundo, específicamente en las fases III y IV del sueño No-REM. Estas fases del sueño son conocidas por su profundidad, lo que dificulta que la persona pueda despertarse por completo durante un evento de este tipo.

En términos clínicos, se manifiestan como un despertar abrupto e intenso acompañado de signos físicos como sudoración, taquicardia, respiración acelerada e incluso gritos o llantos. Es frecuente que los afectados presenten una expresión facial de terror extremo y parezcan reaccionar a una amenaza inexistente. Cabe señalar que, en la mayoría de los casos, quienes experimentan un terror nocturno no recuerdan nada al día siguiente.

Este trastorno se observa con mayor frecuencia en la infancia, afectando, sobre todo, a niños entre los 3 y 12 años. Aunque los episodios pueden disminuir o desaparecer con la adolescencia, también existen casos aislados en adultos jóvenes.

¿Qué ocurre durante un episodio de terror nocturno?

Los terrores nocturnos suelen surgir durante las primeras horas de sueño, cuando se encuentren en las etapas más profundas del ciclo No-REM. Este tipo de evento se caracteriza por una actividad elevada en el sistema nervioso autónomo, lo que provoca síntomas físicos evidentes como:

  • Gritos o llantos súbitos, con expresiones de miedo.
  • Movimientos descontrolados, como patalear o intentar levantarse de la cama.
  • Mirada fija y ojos abiertos, pero en un estado de confusión evidente.
  • Sudoración excesiva, frecuencia cardíaca elevada y respiración agitada.

La intervención durante estos episodios puede resultar contraproducente, ya que el niño no está realmente consciente y despertarles bruscamente puede aumentar su confusión. La recomendación es mantener la calma, velar por su seguridad y esperar a que el episodio pase.

¿Son lo mismo que las pesadillas?

Niña teniendo una pesadilla

Aunque a menudo se confunden, los terrores nocturnos y las pesadillas son fenómenos completamente diferentes:

  • Las pesadillas ocurren durante la fase REM del sueño, momento en que el cerebro está muy activo y procesando imágenes oníricas. En cambio, los terrores nocturnos suceden en las fases más profundas del sueño No-REM, cuando la actividad cerebral es significativamente menor.
  • Quien tiene una pesadilla suele despertarse completamente y recordar detalles del sueño. Por el contrario, el despertar en los terrores nocturnos es parcial, y el afectado generalmente no tiene memoria del evento al día siguiente.
  • Las manifestaciones físicas en las pesadillas son más sutiles, mientras que los terrores nocturnos involucran gritos, movimientos bruscos e incluso conductas similares al sonambulismo.

Posibles causas

Niño durmiendo en su cama

Los estudios realizados hasta el momento indican que los terrores nocturnos pueden tener múltiples desencadenantes. Algunos de los factores más comunes incluyen:

  • Predisposición genética: Los antecedentes familiares de terrores nocturnos o sonambulismo aumentan significativamente las probabilidades de desarrollarlos.
  • Privación de sueño: Dormir menos horas de las necesarias o alterar los horarios de descanso pueden ser un detonante.
  • Estrés y tensión emocional: La carga emocional acumulada también se refleja en los ciclos de sueño.
  • Enfermedades como la fiebre: Los periodos febriles en la infancia pueden coincidir con la aparición de episodios.
  • Factores ambientales: Cambiar de habitación o de rutina puede incrementar el riesgo de episodios.
  • Consumo de ciertas sustancias: Cafeína o medicamentos que alteran el sistema nervioso central.

En niños, se ha observado que los episodios son más frecuentes en momentos de transición del desarrollo neurológico y suelen disminuir con la madurez del sistema nervioso.

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Tratamiento

Aunque los terrores nocturnos no siempre requieren intervención médica, existen medidas que pueden ayudar a minimizar su frecuencia:

  • Higiene del sueño: Establecer rutinas relajantes antes de dormir, evitando el uso de dispositivos electrónicos y cenas pesadas.
  • Identificar desencadenantes: Observar posibles factores que puedan estar provocando estrés o interrupciones en el sueño.
  • Despertar programado: Si los episodios son regulares, despertar al niño unos minutos antes puede interrumpir el patrón.
  • Apoyo profesional: En casos severos, la consulta con un especialista en sueño o un psicólogo puede ser beneficiosa.

En circunstancias graves, cuando los episodios interrumpen de manera significativa la calidad del sueño o conllevan riesgos de seguridad, algunos médicos pueden considerar tratamientos farmacológicos temporales.

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Entender los terrores nocturnos desde un enfoque informativo y comprensivo permite a los padres y cuidadores afrontar estos episodios con mayor tranquilidad. Al saber que no hay memoria consciente por parte del niño y que usualmente desaparecen con el tiempo, se logra reducir el impacto emocional que estas situaciones generan. Crear un entorno seguro y relajante, combinado con rutinas predecibles y apoyo profesional si es necesario, suele ser suficiente para garantizar un descanso reparador.


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