El castigo y las consecuencias a la hora de educar a los hijos

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Es algo normal que los niños se muestren desafiantes ante la figura de los padres y rompan continuamente las normas impuestas. Este tipo de comportamientos pueden considerarse normales y forman parte del proceso de aprendizaje de los niños. Los padres ante tales comportamientos deben actuar de una manera calmada y relajada para evitar confrontamientos innecesarios e insanos con sus propios hijos. Hay que evitar el castigo como respuesta a conductas inapropiadas y optar mucho mejor por las consecuencias.

En el siguiente artículo te contamos cuáles son las diferencias entre el castigo y las consecuencias y por qué resulta mucho mejor optar por las consecuencias a la hora de educar a los hijos.

El castigo y las consecuencias en la educación de los hijos

Vamos a contarte las diferencias que hay entre el castigo y las consecuencias a la hora de educar y criar a los hijos:

El castigo

Aunque pueda parecer algo del pasado, el castigo sigue siendo un método de crianza bastante usado por muchos padres. El principal objetivo del castigo no es otro que el hacer cumplir las normas y las reglas de casa a través del autoritarismo de los padres. Puede que a corto plazo sea totalmente eficaz pero con el paso del tiempo tiene una serie de efectos perjudiciales en el desarrollo de los niños.

El castigo va a provocar una serie de sentimientos en los menores tales como el enfado, la ira o el resentimiento. El castigo incide de una manera negativa en la figura del niño dejando de lado el comportamiento inadecuado del pequeño. Con el paso del tiempo, el castigo va a incidir de una manera negativa en la autoestima y en la responsabilidad de los hijos.

Las consecuencias

La otra cara de la moneda del castigo suelen ser las consecuencias. Gracias a las mismas, el niño es capaz de comprender y entender que toda acción tiene su consecuencia. Las consecuencias ayudan a promover en los niños una serie de valores como es el caso de la empatía o la comunicación. A diferencia de lo que ocurre con el castigo, las consecuencias van a incidir en las acciones y en las conductas y no en la figura del menor.

Las consecuencias ayudan a que el niño sea mucho más responsable respecto a sus acciones y fortalece su autoestima. Es por ello que es mucho más recomendable el optar por las consecuencias a la hora de reconducir ciertas acciones que el optar por los castigos.

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Qué características debe tener una consecuencia

Para que las consecuencias tengan cierto valor y sean eficaces en la crianza de los niños, deben tener tres características:

  • Debe haber una relación directa entre la acción del niño y la consecuencia de dicho acto. Un ejemplo sería el de limpiar y ordenar su cuarto después de jugar y dejarlo todo desordenado.
  • Las consecuencias debe ser totalmente diferentes a los castigos. De esta manera, las consecuencias no tienen porque denigrar y menospreciar al niño. Es por ello que a la hora de imponer una determinada consecuencia, hay que evitar enfadarse y mantener un tono relajado a la vez que tranquilo.
  • Las consecuencias impuestas deben ser proporcionales al comportamiento inadecuado de los niños. Hay que tener en cuenta la edad de los pequeños y la gravedad de sus acciones. A partir de ahí habrá que imponer unas consecuencias que sean adecuadas.

En definitiva, no se puede permitir que a día de hoy haya padres que opten por el castigo como un método en la crianza de los hijos. Es bueno que exista cierta disciplina a la hora de educar a los hijos pero hay que huir del autoritarismo propio de muchos padres. Es importante que los niños sepan que toda acción va a tener sus consecuencias y que deben aceptar las normas impuestas por sus padres. A partir de aquí es esencial el respetar a los más pequeños y pensar en su autoestima y confianza.


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