Muchas personas confunden la alergia a la leche con la intolerancia a la lactosa, pero son dos afecciones completamente distintas. En este artículo analizaremos sus diferencias fundamentales, sus causas, síntomas y cómo identificarlas correctamente para evitar complicaciones en la salud.
Alergia a la leche
La alergia a la leche es una reacción del sistema inmunológico a las proteínas de la leche de vaca. Al ser ingeridas, el organismo las identifica como una amenaza y desencadena una respuesta que puede afectar la piel, el sistema gastrointestinal y el sistema respiratorio.
¿A quién afecta?
La alergia a la leche se presenta con mayor frecuencia en la infancia, especialmente en el primer año de vida, y suele detectarse cuando el bebé empieza a consumir leche de fórmula o productos derivados de la leche. Se estima que entre el 2 y el 3 % de los lactantes experimentan esta alergia. Afortunadamente, la mayoría la supera con el crecimiento, y es poco común en adultos.
Síntomas de la alergia a la leche
Los síntomas pueden aparecer pocos minutos o incluso horas después del consumo de lácteos. No solo se presentan al ingerir leche, sino también por contacto o inhalación de partículas. Pueden incluir:
- Problemas en la piel: urticaria, enrojecimiento, hinchazón y picazón.
- Síntomas digestivos: vómitos, diarrea o dolor abdominal.
- Problemas respiratorios: congestión nasal, sibilancias o dificultad para respirar.
- Reacción anafiláctica: es la respuesta más grave y puede poner en peligro la vida.
Diagnóstico de la alergia a la leche
Para diagnosticar la alergia a la leche se pueden realizar diversas pruebas:
- Prueba de punción cutánea: se aplican extractos de proteína de la leche en la piel para observar una reacción.
- Prueba de IgE específica: mide la respuesta inmune a las proteínas lácteas en la sangre.
- Prueba de provocación oral: se administra leche bajo supervisión médica para evaluar la reacción en el paciente.
Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa es un trastorno digestivo causado por la falta o deficiencia de lactasa, la enzima encargada de descomponer la lactosa (azúcar presente en la leche). Si la lactosa no se digiere correctamente, llega al colon sin procesar, lo que provoca molestias gastrointestinales.
Síntomas comunes
Los síntomas suelen aparecer de 30 minutos a 2 horas después de ingerir alimentos con lactosa y varían según la cantidad consumida y el grado de intolerancia:
- Hinchazón y gases causados por la fermentación de la lactosa en el colon.
- Diarrea o heces sueltas como resultado del aumento de líquido en el intestino.
- Dolores abdominales y calambres tras el consumo de lácteos.
- Náuseas y, en algunos casos, vómitos.
Métodos de diagnóstico
Para confirmar la intolerancia a la lactosa, se realizan pruebas específicas:
- Prueba de hidrógeno en el aliento: mide el nivel de hidrógeno exhalado tras ingerir lactosa.
- Prueba de tolerancia a la lactosa: analiza el aumento de glucosa en sangre después de ingerir lactosa.
- Prueba de acidez en las heces: usada en niños pequeños para detectar lactosa no digerida.
Diferencias clave entre la alergia y la intolerancia
Es fundamental distinguir entre ambas afecciones, ya que el tratamiento y las consecuencias son muy distintas:
Alergia a la leche | Intolerancia a la lactosa |
---|---|
Reacción inmunológica a las proteínas de la leche. | Déficit enzimático que impide digerir la lactosa. |
Puede provocar reacciones graves, como anafilaxia. | Provoca molestias digestivas, pero no es peligrosa. |
Se debe evitar completamente la leche y derivados. | Se puede consumir productos sin lactosa. |
Alimentos con trazas de leche
Las personas con alergia a la leche deben leer las etiquetas de los productos, ya que la leche puede estar escondida en alimentos inesperados. Algunos de ellos incluyen:
- Embutidos y fiambres.
- Panes, bizcochos y bollería industrial.
- Comidas procesadas y salsas.
- Chocolate con leche y golosinas.
- Algunos medicamentos y suplementos.
Por otro lado, quienes padecen intolerancia a la lactosa deben optar por leches vegetales como alternativa a la leche de vaca.
Comprender las diferencias entre estas dos afecciones es crucial para garantizar una alimentación adecuada y evitar problemas de salud innecesarios. Ante cualquier duda, es recomendable acudir a un especialista para un diagnóstico preciso.