La salud es un tema de interés universal, pero desafortunadamente, está plagado de mitos y creencias erróneas que han circulado durante generaciones. A menudo, estas ideas equivocadas se perpetúan sin que nadie las cuestione, afectando nuestras decisiones y comportamientos relacionados con el bienestar. En este artículo, profundizaremos en algunos de estos mitos comunes y los desmentiremos con evidencia científica para que puedas tomar decisiones informadas sobre tu salud.
Primer mito: «El frío nos enferma»
Uno de los mitos más persistentes es que la exposición al frío nos hace enfermar, pero esto no es del todo cierto. Diversos estudios han demostrado que, aunque solemos asociar el frío con enfermedades como los resfriados o la gripe, el responsable real de estas afecciones son los virus. Durante el invierno, pasamos más tiempo en espacios cerrados, lo que facilita la transmisión de virus entre las personas.
Es importante mencionar que, aunque el frío no empeora un resfriado ya existente, puede influir en nuestro sistema inmunitario. Por ejemplo, las bajas temperaturas pueden reducir temporalmente el flujo sanguíneo hacia las extremidades, incluyendo las mucosas respiratorias, que son una de las primeras líneas de defensa contra infecciones. Sin embargo, para que ocurra una enfermedad, debe haber exposición a un patógeno.
Segundo mito: «Leer con mala luz daña la vista»
La creencia de que leer con poca luz puede dañar la vista es otra idea incorrecta que muchos aceptan como verdad. Lo que sí puede ocurrir es que la lectura en estas condiciones provoque fatiga ocular, dolores de cabeza e incomodidad temporal. No obstante, estos efectos desaparecen con el descanso y no tienen repercusiones negativas a largo plazo en la salud visual.
Una incógnita común es si el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede dañar los ojos. Aunque no está comprobado que cause daño permanente, el enfoque prolongado en pantallas puede provocar fatiga visual digital, caracterizada por ojos secos, visión borrosa y molestias. Se recomienda aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos, mirar algo a 20 pies (unos 6 metros) de distancia durante 20 segundos.
Tercer mito: «Usamos solo el 10% de nuestro cerebro»
Este mito ha sido perpetuado durante años, a menudo con connotaciones motivacionales que buscan inspirar a las personas a «desbloquear» el resto de su potencial. Sin embargo, investigaciones en neurociencia han demostrado que prácticamente todas las áreas del cerebro tienen alguna función, incluso cuando estamos descansando o dormidos.
Imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) confirman que numerosas zonas del cerebro están activas en diversos momentos, según las tareas que realizamos. Además, si utilizáramos solo el 10% de nuestro cerebro, lesiones en áreas aparentemente «inactivas» no tendrían impactos significativos, lo cual es falso en la práctica clínica.
Cuarto mito: «El chocolate provoca acné»
El chocolate ha sido señalado como uno de los culpables del acné, pero no existe evidencia concluyente que respalde esta afirmación. Lo que sí está claro es que una dieta rica en alimentos ultraprocesados y con alto índice glucémico puede contribuir a alteraciones en la piel.
El estrés, las hormonas y factores genéticos juegan un rol mucho más importante en la aparición de brotes de acné. El exceso de sebo, combinado con la acumulación de células muertas y bacterias en los poros, es lo que finalmente desencadena esta afección. Comer chocolate en moderación, especialmente si es rico en cacao y bajo en azúcar, no debería ser motivo de preocupación.
Quinto mito: «Podemos contraer una enfermedad de transmisión sexual en un baño público»
La idea de que es posible contagiarse de una enfermedad de transmisión sexual (ETS) al utilizar un baño público es ampliamente extendida, pero carece de base científica. Las ETS se transmiten principalmente a través de contacto sexual directo, intercambio de fluidos corporales o de madre a hijo durante el parto.
El ambiente seco y la naturaleza de las superficies de los baños dificultan la supervivencia de los agentes infecciosos fuera del cuerpo humano. Aunque es importante mantener hábitos de higiene personal, el riesgo de contraer una ETS en un baño es extremadamente bajo.
Sexto mito: «Debes esperar una hora después de comer para nadar»
Este mito es otro clásico repetido por generaciones. Se afirma que la digestión requiere tanta energía y flujo sanguíneo que puede causar calambres si uno se sumerge en el agua poco después de comer. Sin embargo, no existen estudios que demuestren un vínculo causal entre comer y nadar.
Es cierto que la digestión requiere energía, pero el cuerpo es perfectamente capaz de realizar múltiples funciones a la vez. Si bien nadar inmediatamente después de una comida abundante podría causar cierta incomodidad, no representa un riesgo significativo de ahogamiento. El sentido común y escuchar a nuestro propio cuerpo son clave.
Otros mitos comunes en salud
Además de los mitos mencionados, hay muchas otras ideas erróneas que merecen ser discutidas:
- “Romperse los nudillos causa artritis”: El sonido que escuchamos al crujir los nudillos proviene del gas liberado en el líquido sinovial de las articulaciones, y no hay evidencia que sugiera que esta práctica causa artritis.
- “Los productos ecológicos no contienen pesticidas”: Aunque los productos orgánicos tienen niveles más bajos de pesticidas en comparación con los convencionales, no son completamente libres de ellos.
- “El azúcar natural es siempre mejor que el añadido”: Desde el punto de vista químico, el azúcar natural y el añadido son similares, pero los alimentos que contienen azúcar natural suelen ser ricos en otros nutrientes, como fibra y antioxidantes.
- “Solo necesitas protector solar en días soleados”: Los rayos UV pueden atravesar las nubes, por lo que es recomendable usar protector solar diariamente.
Entender y desmentir estos mitos no solo nos ayuda a cuidar mejor de nuestra salud, sino que también nos empodera para tomar decisiones informadas basadas en hechos comprobados en lugar de creencias sin fundamento.