Disciplinar a los niños pequeños requiere paciencia y mucho esfuerzo. Sin embargo, los niños se sienten amados y seguros cuando existen límites bien definidos. Además, aprenderán a respetar estos límites si se imponen con amor y equidad. Una buena disciplina no se trata solo de corregir comportamientos, sino también de enseñarles valores y habilidades fundamentales para la vida.
Asegúrate de que la orden ha sido escuchada y comprendida
Es esencial asegurarte de que tus instrucciones sean claras y comprensibles. Habla de manera breve, precisa y directa. Evita dar órdenes a tus hijos desde otra habitación. En cambio, acércate a ellos, establece contacto visual y utiliza un tono amigable pero firme. Utiliza palabras que sean fáciles de entender para su edad y etapa de desarrollo.
Por ejemplo, en lugar de decir «¡Recoge todo este desastre ahora!», puedes optar por algo más concreto como «Por favor, guarda los juguetes en la caja antes de cenar». De este modo, la instrucción es clara y más probable de ser cumplida.
Sé coherente con la disciplina
La consistencia es clave en cualquier enfoque disciplinario. Si permites que una regla se incumpla repetidamente sin consecuencias, enviarás señales confusas a tus hijos. Necesitas establecer normas claras y asegurarte de aplicarlas siempre, sin excepción. Esto es especialmente importante si tienes más de un hijo, ya que todos deben saber que las reglas se aplican de manera justa.
Por ejemplo, si una de las reglas es «no saltar en el sofá» y un día decides ignorarlo, los niños asumirán que esta regla es opcional. En cambio, si siempre aplicas una consecuencia lógica, como pedirles que dejen de mirar televisión hasta que se comporten correctamente, aprenderán que las normas son importantes.
Como padres, debéis ir por la misma línea
Es fundamental que ambos padres estén alineados en la educación de sus hijos. Hablad entre vosotros sobre las reglas, las expectativas y las consecuencias, para asegurarse de que ambos estén de acuerdo. Esto evitará que los niños intenten manipular o jugar con la discrepancia entre las opiniones de uno y otro.
Por ejemplo, si uno de los padres permite algo que el otro desaprueba, los niños pueden desarrollar comportamientos desafiantes o buscar siempre al «padre más permisivo». El trabajo en equipo y el apoyo mutuo son imprescindibles para crear un entorno disciplinario equilibrado y respetuoso.
Sé firme y afectuoso al mismo tiempo
Ser firme no significa ser autoritario o distante. Los niños necesitan sentir cercanía emocional incluso mientras se les corrige. Explícales el «por qué» detrás de las reglas, y cómo estas benefician su bienestar físico y emocional.
Por ejemplo, si un niño insiste en quedarse despierto hasta tarde, podrías decirle: «Te pedimos que vayas a la cama temprano porque necesitas descansar para tener energía mañana en la escuela. Es importante para tu salud». Este enfoque refuerza la regla al tiempo que les muestra que sus padres se preocupan por ellos.
Tener consecuencias al disciplinar a los niños
Las consecuencias son una parte esencial de la disciplina, pero deben ser inmediatas y relacionadas directamente con el comportamiento. Esto ayuda a los niños a comprender mejor la conexión entre sus acciones y las consecuencias.
Por ejemplo, si un niño juega bruscamente y rompe un juguete, una consecuencia adecuada podría ser pedirle que ahorre para comprar uno nuevo, demostrando así responsabilidad. Este tipo de medidas promueven el aprendizaje y refuerzan la importancia de respetar las reglas.
Promueve la autodisciplina y el autocontrol
Uno de los principales objetivos de la disciplina es ayudar a los niños a desarrollar el autocontrol y la autodisciplina. Esto les permite tomar decisiones responsables y manejar sus emociones de manera efectiva. La práctica de actividades lúdicas y educativas les brinda oportunidades para aprender estas habilidades de manera natural.
Por ejemplo, puedes fomentar la paciencia pidiéndoles que esperen su turno durante un juego de mesa familiar. También puedes practicar la solución de conflictos guiándolos a encontrar formas pacíficas de resolver problemas con sus hermanos o compañeros.
Con una atención constante y amorosa, los padres pueden enseñar a sus hijos a ver las normas y límites como herramientas valiosas para su desarrollo. Aunque la disciplina puede ser desafiante, cuando se aplica correctamente, se convierte en una base sólida para una crianza efectiva y gratificante.