Aceite de coco en la alimentación: mitos y realidades para el bienestar

  • El aceite de coco destaca por su alto contenido en grasas saturadas, muy superior a otros aceites vegetales y similar a la mantequilla.
  • Muchos beneficios atribuidos al aceite de coco carecen de respaldo científico sólido; su uso debe ser moderado, preferiblemente ocasional.
  • No existen pruebas concluyentes de que el aceite de coco cause o prevenga enfermedades cardiovasculares, aunque aumenta el colesterol LDL.

Aceite de coco en la alimentación

El aceite de coco ha experimentado un auge espectacular en los últimos años, convirtiéndose en un producto habitual en muchas despensas y rutinas de cuidado personal. Su popularidad no es casualidad: se le han atribuido propiedades casi milagrosas, desde la ayuda en la pérdida de peso hasta la protección cardiovascular o el refuerzo del sistema inmunológico. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y, como ocurre tantas veces en el mundo de la nutrición, conviene separar el grano de la paja y analizar con lupa los mitos y realidades que rodean a este producto.

En este artículo te contamos, con todo lujo de detalles y evidencia científica al día, qué es realmente el aceite de coco, cuáles son sus propiedades nutricionales, qué usos tiene en la alimentación, qué beneficios y posibles riesgos encierra y, sobre todo, qué dice la ciencia sobre uno de los temas más polémicos del momento.

¿Qué es el aceite de coco y cómo se obtiene?

El aceite de coco es una grasa vegetal que se extrae principalmente de la pulpa seca del coco, también conocida como copra. Su aspecto cambia según la temperatura ambiente: es sólido o semisólido por debajo de 24-25ºC y se vuelve líquido al calentar. Esta característica, además de sus propiedades, lo convierte en un ingrediente versátil tanto en la cocina como en la cosmética.

Existen distintas variedades de aceite de coco:

  • Virgen o sin refinar: Se extrae mediante un proceso mecánico en frío, sin uso de productos químicos ni calor, lo que le permite conservar el aroma y sabor característicos del coco.
  • Refinado o neutro: Se obtiene a partir del coco seco sometido a tratamientos de calentamiento, blanqueado y desodorización para eliminar olores y sabores, siendo su sabor mucho más neutro.

En algunos países como Argentina, ni siquiera se considera «aceite» comestible según la normativa alimentaria, sino que se clasifica dentro de las grasas alimenticias por su consistencia.

Propiedades nutricionales del aceite de coco

Composición nutricional del aceite de coco

El argumento principal que suele despertar polémica en torno al aceite de coco es su composición casi exclusiva de grasas saturadas. Más del 80% de sus ácidos grasos corresponden a este tipo, lo que marca una diferencia radical con otros aceites vegetales como el de oliva, girasol, soja o maíz, mucho más ricos en grasas insaturadas, consideradas tradicionalmente saludables.

Datos orientativos para una cucharada sopera (14 gramos) de aceite de coco:

  • Grasa total: 13,9 gramos
  • Grasas saturadas: Entre 11 y 12 gramos (alrededor del 90% de la grasa total)
  • Grasas monoinsaturadas: Alrededor de 0,7 gramos
  • Grasas poliinsaturadas: Un valor insignificante (0,2 gramos)
  • Colesterol: Cero gramos (al tratarse de una grasa vegetal)
  • Vitaminas y minerales: Su aporte es prácticamente irrelevante; apenas contiene micronutrientes destacados.
  • Calorías: Aproximadamente 117 kcal por cucharada sopera.

En comparación, otras grasas de uso frecuente como la mantequilla contienen menos grasas saturadas, y aceites vegetales como el de oliva, maíz, canola o girasol apenas aportan 1-2 gramos de grasa saturada en la misma cantidad.

¿Qué son los triglicéridos de cadena media (TCM)?

Uno de los principales reclamos que ha impulsado la fama del aceite de coco es su elevado contenido de triglicéridos de cadena media (TCM). Estas moléculas, presentes en más de la mitad de la fracción saturada del aceite de coco, se metabolizan de manera diferente a los triglicéridos de cadena larga habituales en otras grasas animales y vegetales.

Los TCM son absorbidos y transportados más rápidamente al hígado donde pueden utilizarse como fuente de energía casi inmediata. Sus principales representantes en el aceite de coco son el ácido láurico, cáprico y caprílico. Aunque este tipo de grasas ha demostrado efectos beneficiosos en estudios clínicos aislados (principalmente en pacientes con ciertas patologías o como soporte nutricional), la evidencia acerca de su impacto positivo en la población general y en el contexto de dietas habituales sigue siendo muy limitada.

Es importante tener en cuenta que no todos los aceites de coco comerciales contienen la misma cantidad de TCM, ni todos los beneficios atribuidos a los TCM pueden extrapolarse al aceite de coco tradicional de supermercado. Los suplementos de TCM purificados utilizados en investigaciones suelen tener efectos distintos.

Aceite de coco

Comparativa con otras grasas: tabla resumen

Tipo de grasa Aceite de coco Mantequilla Aceite vegetal
Porción 1 cucharada 1 cucharada 1 cucharada
Calorías (kcal) 117 102 119
Grasa total (g) 13,6 11,5 13,5
Grasa saturada (g) 11,7 7,2 1,8
Grasa monoinsaturada (g) 0,7 2,9 9,5
Grasa poliinsaturada (g) 0,2 0,4 1,4

Los aceites como el de oliva, canola o maíz destacan por ser ricos en grasas insaturadas (mono y poliinsaturadas), consideradas más favorables para la salud cardiovascular. El aceite de coco, en cambio, se asemeja más a la mantequilla que a estos aceites en su perfil lipídico.

Usos culinarios y aplicaciones prácticas del aceite de coco

En la cocina, el aceite de coco se ha consolidado como una opción popular, sobre todo en preparaciones de repostería, salteados y recetas de inspiración asiática. Su resistencia a elevadas temperaturas lo convierte en una alternativa interesante para freír y hornear, ya que los ácidos grasos saturados soportan mejor el calor sin descomponerse en compuestos tóxicos.

En la práctica, puedes encontrar el aceite de coco en dos formas principales según el tipo de preparación:

  • El aceite virgen conserva el aroma y sabor a coco, ideal para panificados, repostería y platos que admiten ese toque exótico.
  • El aceite refinado, mucho más neutro en sabor, se emplea en salteados y preparaciones donde no se busca el protagonismo del coco.

Además, se utiliza como sustituto de la manteca o margarina en recetas veganas, como base para untar, condimentar ensaladas o incluso para darle un giro a platos tradicionales como currys, guisos y postres crudiveganos. Eso sí, conviene evitar que sea la única grasa empleada en la dieta.

Botella

Mitos más extendidos sobre el aceite de coco

El aceite de coco ha estado rodeado de afirmaciones llamativas que no siempre están respaldadas por la ciencia. Repasamos las más populares:

  • “Es ideal para adelgazar y perder grasa”: Si bien algunos estudios sobre TCM sugieren que aumentan la saciedad y podrían mejorar el gasto energético, la mayoría de estas investigaciones se ha realizado con suplementos de TCM puros y no con aceite de coco convencional. Además, el aceite de coco es un alimento muy calórico y su abuso puede contribuir al aumento de peso.
  • “Ayuda a fortalecer el sistema inmunológico”: No hay evidencia científica consistente que respalde esta afirmación en humanos sanos. Si bien el ácido láurico tiene propiedades antimicrobianas en laboratorio, su efecto por vía oral en el sistema inmune humano no ha quedado claro.
  • “Previene enfermedades del corazón”: Han circulado estudios que sugerían que las poblaciones que consumen mucho aceite de coco presentan menos enfermedades cardíacas, pero estos datos no pueden extrapolarse a contextos occidentales ni a dietas desequilibradas ricas en alimentos ultraprocesados.

Muchas afirmaciones sobre propiedades adelgazantes, inmunoprotectoras o incluso antidiabéticas carecen de respaldo en estudios clínicos robustos o han sido malinterpretadas respecto a qué tipo de aceite, dosis y contexto dietético se refieren.

¿Qué dice la ciencia sobre los riesgos y beneficios?

Las investigaciones más recientes coinciden en que el consumo habitual de aceite de coco incrementa los niveles de colesterol LDL (colesterol «malo») en sangre, aunque este aumento puede ser ligeramente inferior al de la mantequilla pero superior al de los aceites vegetales insaturados.

El estudio PURE, uno de los más extensos a nivel global, observó que una dieta alta en grasas, incluidas saturadas, no se asocia directamente con mayor mortalidad, pero también señala que las dietas basadas en alimentos ultraprocesados y azúcares simples son responsables de buena parte de las enfermedades crónicas de hoy día. Así pues, el contexto dietético global (tipo de dieta, nivel de procesamiento y consumo de azúcares) es clave a la hora de analizar el impacto del aceite de coco.

Algunos estudios en animales, como el publicado en el Journal of Functional Foods, alertan sobre posibles efectos adversos de su suplementación continuada: aumento de peso, cambios en el metabolismo, inflamación y alteración de la respuesta a hormonas como la insulina o leptina. Aunque estos resultados se han obtenido en ratones y no pueden extrapolarse directamente a humanos, sí invitan a un consumo cauteloso y esporádico, como recomienda el propio autor del estudio.

En humanos, las guías internacionales (como las de la Asociación Americana del Corazón o el Instituto Nacional del Corazón de Estados Unidos) siguen aconsejando limitar el consumo de grasas saturadas, incluyendo el aceite de coco, especialmente en personas con riesgo cardiovascular o colesterol elevado.

¿Existen diferencias entre el aceite de coco virgen y refinado?

La principal diferencia entre ambos radica en su contenido de compuestos antioxidantes y su grado de procesamiento. El aceite de coco virgen, extraído en frío y sin refinar, conserva parte de sus compuestos fenólicos con posible capacidad antioxidante. En cambio, el aceite de coco refinado pierde buena parte de estos nutrientes por efecto del tratamiento industrial (calor y procesos químicos), por lo que a nivel nutricional aporta poco más que energía pura y grasas saturadas.

En la práctica, si decides consumir aceite de coco, lo ideal es optar por la versión virgen, siempre de forma ocasional y en pequeñas cantidades, combinándolo con otras fuentes de grasa saludables como el aceite de oliva virgen extra, frutos secos o pescado azul.

¿El aceite de coco provoca o protege frente a enfermedades cardiovasculares?

Esta es una de las grandes controversias actuales. Tradicionalmente, las grasas saturadas, como las del aceite de coco, se han relacionado con un mayor riesgo cardiovascular por su papel en el aumento del LDL. Sin embargo, la ciencia se va refinando y hoy sabemos que el riesgo depende de muchos otros factores, como el tipo de dieta general, el consumo de azúcares añadidos y productos ultraprocesados, la actividad física o la genética.

Algunos expertos cuestionan si realmente el aumento del colesterol LDL por sí mismo es un buen predictor de infarto, ya que hoy se utilizan indicadores más completos como la relación entre HDL y colesterol total o los niveles de triglicéridos. Además, gran parte de la evidencia sobre grasas saturadas proviene de estudios realizados en contextos de alimentación muy diferentes a los actuales.

En definitiva, no hay prueba concluyente de que el aceite de coco cause enfermedades cardíacas, pero tampoco hay base para recomendarlo como protector frente a ellas. Su consumo debería ser ocasional, no cotidiano, y limitarse sobre todo en personas con factores de riesgo.

¿Cómo afecta el aceite de coco al peso corporal y el metabolismo?

Al margen de su impacto cardiovascular, también se ha dicho que el aceite de coco ayuda a perder peso o a prevenir la obesidad, basándose en su contenido de TCM. Sin embargo, la evidencia científica muestra que ingerir grandes cantidades de aceite de coco conlleva un alto aporte calórico y, por tanto, su abuso puede llevar a un aumento de peso, sobre todo si no se compensa con ejercicio físico o reducción calórica en otros aspectos de la dieta.

En estudios animales, el consumo continuado de aceite de coco se ha relacionado con desajustes hormonales, mayor sensación de hambre y facilidad para acumular grasa corporal. Por tanto, aunque pueda aportar cierta saciedad puntual, no debería verse como un «quemagrasas» milagroso y conviene mantener una dieta saludable y variada para controlar el peso.

Tarro

Recomendaciones de consumo y alternativas más saludables

Las principales asociaciones de nutrición, dietética y salud recomiendan tratar el aceite de coco como una grasa de consumo opcional y ocasional, en la misma categoría que la mantequilla, la nata, los embutidos o la mayonesa. Es decir, puedes utilizarlo a veces para cambiar el sabor de tus platos, pero no debe ser la grasa habitual de la dieta.

Si quieres cuidar la salud cardiovascular y obtener grasas saludables, la mejor opción sigue siendo el aceite de oliva virgen extra, así como frutos secos, aguacate y pescado azul. Los aceites vegetales como el de oliva, canola, girasol o maíz aportan ácidos grasos insaturados, más protectores frente a enfermedades crónicas.

Si decides consumir aceite de coco, hazlo en pequeñas cantidades y de manera esporádica, eligiendo preferiblemente la versión virgen y combinándolo con otras fuentes de grasa saludable.

El aceite de coco fuera de la cocina: usos cosméticos y externos

No podemos dejar de mencionar la faceta cosmética del aceite de coco. En el cuidado de la piel y el cabello, actúa como hidratante, protector y acondicionador natural. Tanto aplicado sobre la piel para calmar irritaciones o eccemas, como en el cabello para mejorar la hidratación, suavidad y brillo, el aceite de coco ha demostrado ser un aliado interesante. Eso sí, siempre asegurando que no haya alergias o sensibilidades personales.

Por otro lado, aunque existen múltiples remedios caseros y usos menos convencionales (repelente, desmaquillante, aceite para masajes, etc.), no conviene atribuirle propiedades medicinales milagrosas y siempre es recomendable consultar con un profesional sanitario si vas a usarlo en contextos no alimentarios, especialmente en niños, embarazadas o personas con enfermedades crónicas.

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